jueves, 24 de abril de 2008

Una existencia parásita

Hace poco, Augusto nos pidió que compusiéramos una biografía breve sobre lo que quisiéramos. Decidí llevarlo un paso más allá, por lo que me di un tiempo para pensar y de la nada surgió la idea de escribir la biografía de un tumor cerebral. Éste es un tumor que se enamora de su víctima, la idolatra, por lo que siente que el mundo se acaba cuando comienza a ver que lo único que hace es dañar a su ser más preciado.
Con un montón de detalles implícitos, recibí críticas por su complejidad. Sólo una frase de Augusto me reconfortó: "Te tiraste a la piscina. Creo que hasta a Cortázar le hubiese costado escribir de algo tan complejo". En la experimentación está la sorpresa.
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Lugar y tiempo equivocados



Desde el primer día se sintió apartado en su vecindario, lo que le producía una profunda tristeza. Su deseo era brillar, mostrarse útil al resto del mundo, ayudar a sus compañeros y algún día convertirse en parte importante del sector donde trabajaba. Nunca entendió el porqué de tanto rechazo.

Como cualquier hijo no deseado, el periodo que rodeó a su concepción trajo desazón y silencios en sus pares. A pesar de que su color no era el de alguien sano, su fuerza se sintió desde el primer instante de vida. Aunque siempre fue un ser más bien introvertido, desde pequeño echó fuertes raíces en su entorno.

Durante su fase de crecimiento, se preocupó de acercarse a quien, a su parecer, era su compañero más sabio, para intentar aprender de él. Siempre le interesó convertirse en un ser sobresaliente.

Tuvo que sufrir el rechazo por parte de sus pares. Nadie lo veía con buenos ojos, sus relaciones las consideraban enfermizas. Durante las noches, mientras todo estaba calmo, imaginaba que las cosas cambiarían en cualquier momento, que después de tanto sufrimiento lograría su objetivo de ser alguien en la vida.

Cuando ya culminó su madurez, notó con horror que sus tormentos aumentaban hasta llegar a un punto insostenible. Nadie podía pasar por su lado sin esbozar una mueca de asco. El tono de su piel se había tornado de un verde negruzco muy poco saludable.

Su peor angustia llegó cuando comenzó a darse cuenta de que su compañero, el ser más sabio que había conocido, comenzó a disminuir su rendimiento por su culpa. El haber compartido sus vivencias y energías había desgastado a su camarada a tal punto que sus fuerzas empezaron a flaquear. Se preguntaba: ¿Qué es lo que hago mal, que por más que lo intento sólo traigo congoja y dolor para todos?
En un arranque de ímpetu, tomó la decisión de aferrarse a su compañero amado y acompañarlo hasta el final. Quería seguir aprendiendo de matemática e historia hasta que su maestro abandonara este mundo.

Así pasaron muchos días, hasta el minuto en que notó que su amigo comenzó a sumirse en un inusitado letargo. Fue ahí cuando en un ruido de sierra, luego de una vida de tinieblas, por primera vez se enfrentó a la luz.

Sin entender qué es lo que sucedía, sintió el frío del acero quirúrgico hundirse en su carne. Sus fuerzas comenzaron a ceder y su vista se volvió borrosa. Lo último que escuchó en vida fue una voz catedrática que exclamó:

- Justo a tiempo. Si hubiese crecido más, habría sido imposible de extraer.

Hay existencias para las cuales es difícil encontrar una misión. A veces nacer en el lugar equivocado nos priva de toda fe, por mucho que nuestras intenciones sean las mejores. La vida no pide ni da explicaciones, simplemente se vive.

Distintas miradas, un mismo destino

La gente que me conoce sabrá que estoy estudiando la carrera de Periodismo, esa tan vapuleada y menospreciada profesión pero que a muchos nos apasiona. Da igual que seamos miles, periodistas de cuerpo y alma somos (y siempre seremos) los menos.
Como parte de mi estudio, he realizado una gran cantidad de informes, trabajos, composiciones y relatos cortos para las distintas asignaturas, los que iré publicando aquí, ya que algunos pueden resultar de interés para los seguidores de mi trabajo literario.
Sólo aclararé un punto: Los trabajos aquí expuestos serán presentados de forma íntegra, tal como fueron entregados para las diversas instancias. No sufrirán corrección alguna, por lo que parecerán menos pulcros para la gente que haya leído mi obra antes: esa es precisamente la idea. A veces, la restricción de tiempo impuesta por las entregas programadas hace surgir atisbos de creatividad que no existirían de otro modo.
Finalmente, quiero agradecer a la gente que me ayuda a mejorar día a día. En el presente especialmente a Tito Matamala y Augusto Colarte. Entiendo la finalidad de tanto martirio, no se preocupen, estamos en paz.
Feliz de seguir compartiendo letras con ustedes.
Teddy Duhart Adveric